Periodismo estúpido

No sé si lo que falta es contexto -quizá porque no se busca-, sobra mala intención o, directamente, hemos entrado en una nueva era del periodismo estúpido. Puedo entender que las masas se entretengan linchando al personal por cualquier cosa, es una tradición que arranca en los patios de los colegios y cobra fuerza con la edad, pero que todos los días casi todos los medios se sumen al coro de “seño, seño, mira lo que ha dicho fulanito” es directamente vergonzoso.

Coger con pinzas una cita del partido A, el B, el C, el D o el E, que ahora hay muchos, y rasgarse las vestiduras en portada es TT y es estúpido. Mucho. Para qué profundizar en el contexto del enemigo si podemos perder una buena oportunidad de darle una colleja en público, para qué ser leales a la audiencia explicando lo que sucede si podemos lanzar a las hordas contra el que nos cae mal. A las hordas e incluso a la Fiscalía, según quién sea el linchado.

Pensaba que en algún momento íbamos a aprender a leer en los “nuevos medios”, pero da la sensación de que no, de que interpretar de un modo inteligente lo que se comunica a través de cualquier pantalla es algo que no conviene a medios, políticos y otros seres dominantes.

La superioridad moral de lo viejuno

“Eso ni es música ni es ná, es ruido, en mi época estaban los Beatles, que eran otra cosa”. Esta frase se la podemos atribuir a cualquiera de vuestros padres, se trata de una de las manifestaciones más simples de superioridad tonta y errónea que otorga la edad. Debe de ser algo inherente al ser humano, el considerar inferior todo lo que traen las nuevas generaciones.

Con la música el ejemplo es fácil, nuestros gustos se configuran en la adolescencia y, a partir de ahí, todo lo que llega tiende a parecernos inferior. Así arrasan luego las emisoras de ‘oldies’ o Spotify, que te permite entrar en bucle en la época en la que aún te costaba afeitarte. Somos conservadores, más de lo que pensamos, y no sólo en cuanto a gustos musicales.

Cuando la realidad impone un cambio en lo político, lo económico y lo social, como es el caso a estas alturas, la reacción de quien sigue pensando de un modo estúpido que cualquier tiempo pasado fue mejor no se hace esperar. Aunque el pasado fuera una dictadura implacable o una democracia de todo a 100.

Hoy el mundo viejuno ha tomado Twitter, piensa que así rejuvenece aplicando ironía, crítica despiadada y descalificación constante a todo síntoma de cambio. Así manifiesta su absurda superioridad moral. El mejor modo de volver a esa época dorada en la que unos pocos podían robar lo de muchos sin que nadie se diera cuenta es ridiculizar los avances y las personas que los protagonizan. Pero cuidado, seguro que en los 80 tu padre pensaba que AC/DC no era más que ruido y ahora en sus conciertos hay familias enteras, niños y hasta abuelos incluidos, apreciando su música.

Que nadie se sorprenda

Los nuevos modos de hacer política parecen haberse reducido al control de lo que dice el vecino en Twitter del mismo modo que en la empresa hay quien limita la comunicación al SEO, el SEM, el número de seguidores o la medición del ruido.

La casta, sí, la expresión es útil aunque la desgaste Pablo Iglesias, ha oído que para estar a la vanguardia hay que ser digital y no ha dudado en apoderarse de las palabras, los conceptos, las etiquetas, que favorecen ese tipo de postureo.

Lo que importa ahora es insultar mejor que el rival, ser más rápido censurando, aparecer el primero en Google o superar en seguidores al contrincante. El “para qué” es lo de menos, ya se trate de ganar votos o mejorar la cuenta de resultados. No importan las personas, aunque sean quienes votan y consumen, no importa el contenido,  para la casta reconvertida lo fundamental es aparentar modernidad.

Luego llegarán los sustos. Que nadie se sorprenda si pierde unas elecciones o entra en pérdidas pese a su magnífica “reputación” prefabricada en Twitter y aplaudida por sus pelotas y bots de turno.

Palabras con patatas

Cuando uno se sumerge en el discurso bélico es consciente de que la retórica final sólo admitirá vencedores y vencidos. En la política española es el discurso dominante, el que ha guiado el relato hasta ahora, el que mejor entendían y en el que mejor se manejaban los dos partidos mayoritarios.

El shock del domingo deja a los más belicistas en el lugar de los vencidos. El discurso ha cambiado más que el número de votos. Ahora les quedan tan sólo dos opciones: seguir pensando que esto es una guerra y llevarnos a todos a una situación insostenible o comerse sus palabras con patatas y trabajar, por fin, para que de la política sólo salgan vencedores.

Basta de postureo con el cambio

El 100% de las empresas y todo tipo de instituciones habla de transformación. Es lógico, es necesario, lo saben hasta los partidos políticos. Hay mucha literatura, muchos líderes del cambio dando charlas, muchos cursos carísimos para ejecutivos. Al final, al 90% de esas organizaciones la transformación se les indigesta cuando tratan de ponerla en marcha. Y vomitan. Y así nos va.

 

¿Por qué? Por las personas. Mejorar implica dejar atrás las malas prácticas, renovarse, tirar la rutina y transformar la realidad a base de hechos, no de libros, charlas o cursos. La etiqueta de la transformación es muy moderna, muy pintona, pero muy dolorosa en la práctica para aquellos que llevan tiempo apoltronados, viviendo bien y cobrando mejor en un sistema que, de eso no hay duda, se ha resquebrajado.

 

Son precisamente esos, los apoltronados, quienes deciden. Hacen cursos, se convencen, se creen por fin líderes de la vanguardia, se rodean de gente que les da un aura de modernidad, ondean la bandera de las etiquetas molonas (empatía, digital, transversalidad, etc.) y, cuando ven de cerca el toro del cambio amenazando su cómoda rutina, hacen la de Curro Romero y salen pitando con porte flamenco tratando de disimular la estampida. Porque eso de la transformación está bien mientras no salga del terreno del postureo.

 

Con esta situación os sentiréis más que identificados vosotros, los cuatro gatos que leéis este blog. Recordadlo el domingo a la hora de votar. Ahora que hay posibilidades de cambio, no salgáis corriendo, no hagáis lo que no os gusta que os hagan, que la transformación no sea una pose.

Humor, influencia y verdad

Siempre he creído en la radio y cada vez creo más en los ‘podcast’. En este, Juan Carlos Ortega nos desvela el nombre de la persona que mueve los hilos del mundo, la ‘influencer’ por antonomasia, la que desata guerras y firma paces, la que hace que suba o baje la Bolsa, la que nos maneja como títeres. Y no eres tú, con tus 10.000 followers, ni el que te vendió el curso de ‘marca personal’, ni siquiera el que paga los canapés, ni el que publica más libros dospuntoceristas o el que no para de actualizar su blog. Su nombre es Encarna Rodríguez Bravo. 

Qué útil es la ficción para decir verdades como puños: La gente que influye de verdad puede tener los mismos seguidores en Twitter que tu microondas. Chúpate esa, Klout.

Reflexiones post #iRedes: Cultura para algoritmos

Salí de la mesa sobre nuevos modos de promoción musical de #iRedes con más preguntas que respuestas, con más preocupaciones que motivos para el optimismo. Me asusta el pasar del oligopolio de las ‘majors’ al de las plataformas de distribución, me preocupa dejar la prescripción cultural (ojo, no sólo la musical) en manos de un par de algoritmos, no más. 

Se compone para Spotify, se escribe para Amazon, se crea con la aspiración de ser “similar a” para poder ocupar algún puesto en alguna lista. Se aspira a convencer al algoritmo, no a desarrollar algo nuevo. Es la misma preocupación que tenía en clase de guión, durante la carrera, cuando algunos manuales hollywoodienses decían aquello de “el ‘plot point’ tiene que llegar en el minuto 23”. Como público, quiero que me sorprendan, no encasillarme en estructuras previsibles. 

Una cosa es que el acceso a la cultura sea masivo y otra que la creación sea democrática. Si entregamos todo a los algoritmos, adiós al factor sorpresa, adiós a la llegada de nuevos géneros. Faltan espacios relativamente masivos de prescripción, sitios donde pueda prosperar la rebelión. Los que hay se quedan cortos. O faltan o es que yo no los conozco, así que se admiten sugerencias que me tranquilicen un poco. 

Reflexiones post iRedes: Tenemos que hablar más

Decía el pasado viernes Javier Moya en iRedes, hablando de comunicación y periodismo, que el gran problema de España es la educación. Si algo me quedó claro la semana pasada en Burgos es que la desconexión entre la universidad y el mundo profesional es cada vez más grande. Se debe, probablemente, a un problema estructural, sólo superable mediante un cambio de modelo.

La tecnología y la necesidad de resultados de las empresas en un nuevo ecosistema comunicativo están haciendo que en el ámbito profesional se meta la quinta marcha. Es cierto que no siempre sucede, que no todo avanza al ritmo deseado, que siguen existiendo muchas barreras, pero aún así los esfuerzos por experimentar, descubrir e implantar nuevos modos de hacer las cosas existen, se suceden unos detrás de otros.

Ese esfuerzo, aun cuando alcance un éxito notable, tarda en llegar al mundo académico, si es que llega. Y una vez allí, se topa con una digestión pesada. Demasiada actividad para ser digerida por un estómago habituado a otros ritmos. Así, los colegas académicos siguen usando con total seriedad etiquetas que en el mundo profesional han quedado antiguas, siguen viendo como tendencias de futuro modos de trabajar que ya son un hecho en muchos sitios, que incluso han sido descartados por muy modernos que parezcan. Se siguen utilizando casos de éxito de hace años que, para colmo, ni siquiera triunfaron más allá de un power point.

La brecha entre el mundo educativo y el profesional no para de agrandarse. Algo horrible, ya que acabaremos teniendo una realidad desbocada y una formación obsoleta. Un disgusto. Los profesionales necesitamos alguien que analice lo que hacemos con el tiempo del que no disponemos y los docentes tienen que conocer en tiempo y forma lo que sucede en el ámbito profesional para poder preparar mejor a los que vienen detrás. Tenemos que hablar más. Si no lo hacemos, perdemos todos.

La resaca de iRedes V

Podéis ver todo lo que sucedió sobre el escenario de iRedes aquí y repasar lo principales temas de conversación que dejó esta quinta edición en este post de eCuaderno. Son dos partes fundamentales de iRedes, lo que sucede en el escenario y el poso que deja. Hay una tercera, si cabe más importante, y es la comunidad que genera. 

iRedes es su programa y es su público, un nutrido grupo de veteranos profesionales de la comunicación y del mundo académico y un cada vez más mayoritario abanico de universitarios y recién llegados, de gente dispuesta a echarnos a patadas del sitio que ahora ocupamos algunos. Como tiene que ser. 

Esa mezcla, hablando por los pasillos, en la cafetería del museo de la Evolución, en el hall de un hotel o en los bares de Burgos, es explosiva, enriquecedora, tanto como las mejores charlas, talleres y mesas redondas del programa. Muchos nos volveremos a encontrar en los mismos sitios dentro de un año junto a nuevos compañeros de viaje, otros nos buscaremos antes, sin duda, y pondremos en práctica algunas de las cosas que compartimos en Burgos. 

Aún queda mucho para la próxima edición, si a alguno se le hace eterno, aquí estamos para lo que haga falta. Mientras tanto, gracias por venir a iRedes.

El cuerpo me pide #iRedes

Los discursos sobre el poder transformador de la comunicación y los nuevos medios son muy bonitos, a veces hasta me los creo, los escribo y los defiendo.  El día a día es más duro, lo que uno lee y ve acaba desgastando mucho, hasta el punto de que el depósito de ímpetu acaba en la reserva, por muy motivado que uno sea, ante la indiscutible tendencia humana al inmovilismo.

Por eso el cuerpo me pide #iRedes. En apenas una semana compartiré tiempo (días 16 y 17) y espacio (Burgos) con algunas de las personas con las que más he aprendido. Conoceré también a gente de la que seguro que hay mucho que aprender. Es un modo más que recomendable de recargar el depósito de ímpetu y de otras cosas, que en Burgos se come y se bebe muy bien. Nos vemos en la V edición de iRedes.