Cuñao centrismo

Es un tema que me obsesiona. ¿Quién influye en el que influye? Seguramente gente que no sale en lo más alto de las herramientas de medición de influencia, personas que escapan a los algoritmos, señores que no tienen 30 MBAs ni dos millones de seguidores en Twitter.

Los directivos de las empresas dirán que quien influye es el cliente, es lo que toca en plena oleada de postureo ‘customer centric’, y los dirigentes políticos dirán que el pueblo, sin especificar si se trata del mío o del barrio de Salamanca.

La realidad es más simple, tengo la respuesta, mandan los cuñaos, aquellos cuya palabra es ley cerveza en mano. A ellos son a quienes realmente se hace caso, la alternativa homeopática a las encuestas y los estudios de mercado.

A un dirigente le puedes llegar con el informe más certero y sofisticado, pero como su cuñao opine lo contrario…

Estamos en sus manos.

Periodismo estúpido

No sé si lo que falta es contexto -quizá porque no se busca-, sobra mala intención o, directamente, hemos entrado en una nueva era del periodismo estúpido. Puedo entender que las masas se entretengan linchando al personal por cualquier cosa, es una tradición que arranca en los patios de los colegios y cobra fuerza con la edad, pero que todos los días casi todos los medios se sumen al coro de “seño, seño, mira lo que ha dicho fulanito” es directamente vergonzoso.

Coger con pinzas una cita del partido A, el B, el C, el D o el E, que ahora hay muchos, y rasgarse las vestiduras en portada es TT y es estúpido. Mucho. Para qué profundizar en el contexto del enemigo si podemos perder una buena oportunidad de darle una colleja en público, para qué ser leales a la audiencia explicando lo que sucede si podemos lanzar a las hordas contra el que nos cae mal. A las hordas e incluso a la Fiscalía, según quién sea el linchado.

Pensaba que en algún momento íbamos a aprender a leer en los “nuevos medios”, pero da la sensación de que no, de que interpretar de un modo inteligente lo que se comunica a través de cualquier pantalla es algo que no conviene a medios, políticos y otros seres dominantes.

La superioridad moral de lo viejuno

“Eso ni es música ni es ná, es ruido, en mi época estaban los Beatles, que eran otra cosa”. Esta frase se la podemos atribuir a cualquiera de vuestros padres, se trata de una de las manifestaciones más simples de superioridad tonta y errónea que otorga la edad. Debe de ser algo inherente al ser humano, el considerar inferior todo lo que traen las nuevas generaciones.

Con la música el ejemplo es fácil, nuestros gustos se configuran en la adolescencia y, a partir de ahí, todo lo que llega tiende a parecernos inferior. Así arrasan luego las emisoras de ‘oldies’ o Spotify, que te permite entrar en bucle en la época en la que aún te costaba afeitarte. Somos conservadores, más de lo que pensamos, y no sólo en cuanto a gustos musicales.

Cuando la realidad impone un cambio en lo político, lo económico y lo social, como es el caso a estas alturas, la reacción de quien sigue pensando de un modo estúpido que cualquier tiempo pasado fue mejor no se hace esperar. Aunque el pasado fuera una dictadura implacable o una democracia de todo a 100.

Hoy el mundo viejuno ha tomado Twitter, piensa que así rejuvenece aplicando ironía, crítica despiadada y descalificación constante a todo síntoma de cambio. Así manifiesta su absurda superioridad moral. El mejor modo de volver a esa época dorada en la que unos pocos podían robar lo de muchos sin que nadie se diera cuenta es ridiculizar los avances y las personas que los protagonizan. Pero cuidado, seguro que en los 80 tu padre pensaba que AC/DC no era más que ruido y ahora en sus conciertos hay familias enteras, niños y hasta abuelos incluidos, apreciando su música.

Que nadie se sorprenda

Los nuevos modos de hacer política parecen haberse reducido al control de lo que dice el vecino en Twitter del mismo modo que en la empresa hay quien limita la comunicación al SEO, el SEM, el número de seguidores o la medición del ruido.

La casta, sí, la expresión es útil aunque la desgaste Pablo Iglesias, ha oído que para estar a la vanguardia hay que ser digital y no ha dudado en apoderarse de las palabras, los conceptos, las etiquetas, que favorecen ese tipo de postureo.

Lo que importa ahora es insultar mejor que el rival, ser más rápido censurando, aparecer el primero en Google o superar en seguidores al contrincante. El “para qué” es lo de menos, ya se trate de ganar votos o mejorar la cuenta de resultados. No importan las personas, aunque sean quienes votan y consumen, no importa el contenido,  para la casta reconvertida lo fundamental es aparentar modernidad.

Luego llegarán los sustos. Que nadie se sorprenda si pierde unas elecciones o entra en pérdidas pese a su magnífica “reputación” prefabricada en Twitter y aplaudida por sus pelotas y bots de turno.