Palabras con patatas

Cuando uno se sumerge en el discurso bélico es consciente de que la retórica final sólo admitirá vencedores y vencidos. En la política española es el discurso dominante, el que ha guiado el relato hasta ahora, el que mejor entendían y en el que mejor se manejaban los dos partidos mayoritarios.

El shock del domingo deja a los más belicistas en el lugar de los vencidos. El discurso ha cambiado más que el número de votos. Ahora les quedan tan sólo dos opciones: seguir pensando que esto es una guerra y llevarnos a todos a una situación insostenible o comerse sus palabras con patatas y trabajar, por fin, para que de la política sólo salgan vencedores.

Basta de postureo con el cambio

El 100% de las empresas y todo tipo de instituciones habla de transformación. Es lógico, es necesario, lo saben hasta los partidos políticos. Hay mucha literatura, muchos líderes del cambio dando charlas, muchos cursos carísimos para ejecutivos. Al final, al 90% de esas organizaciones la transformación se les indigesta cuando tratan de ponerla en marcha. Y vomitan. Y así nos va.

 

¿Por qué? Por las personas. Mejorar implica dejar atrás las malas prácticas, renovarse, tirar la rutina y transformar la realidad a base de hechos, no de libros, charlas o cursos. La etiqueta de la transformación es muy moderna, muy pintona, pero muy dolorosa en la práctica para aquellos que llevan tiempo apoltronados, viviendo bien y cobrando mejor en un sistema que, de eso no hay duda, se ha resquebrajado.

 

Son precisamente esos, los apoltronados, quienes deciden. Hacen cursos, se convencen, se creen por fin líderes de la vanguardia, se rodean de gente que les da un aura de modernidad, ondean la bandera de las etiquetas molonas (empatía, digital, transversalidad, etc.) y, cuando ven de cerca el toro del cambio amenazando su cómoda rutina, hacen la de Curro Romero y salen pitando con porte flamenco tratando de disimular la estampida. Porque eso de la transformación está bien mientras no salga del terreno del postureo.

 

Con esta situación os sentiréis más que identificados vosotros, los cuatro gatos que leéis este blog. Recordadlo el domingo a la hora de votar. Ahora que hay posibilidades de cambio, no salgáis corriendo, no hagáis lo que no os gusta que os hagan, que la transformación no sea una pose.

Humor, influencia y verdad

Siempre he creído en la radio y cada vez creo más en los ‘podcast’. En este, Juan Carlos Ortega nos desvela el nombre de la persona que mueve los hilos del mundo, la ‘influencer’ por antonomasia, la que desata guerras y firma paces, la que hace que suba o baje la Bolsa, la que nos maneja como títeres. Y no eres tú, con tus 10.000 followers, ni el que te vendió el curso de ‘marca personal’, ni siquiera el que paga los canapés, ni el que publica más libros dospuntoceristas o el que no para de actualizar su blog. Su nombre es Encarna Rodríguez Bravo. 

Qué útil es la ficción para decir verdades como puños: La gente que influye de verdad puede tener los mismos seguidores en Twitter que tu microondas. Chúpate esa, Klout.