“Para no molestar”

La libertad de expresión tiene muchos enemigos. Su cara más violenta, la más horrible, la más condenable, la hemos visto en Francia, pero no es la única. Defender el derecho a difundir libremente las ideas es básico y se nos estaba olvidando. La autocensura de lo políticamente correcto nos ha hecho relajarnos en el ejercicio de una de las pocas libertades que dependen de nosotros mismos.

Ahora, cuando la vemos amenazada a tiros en la propia Europa, nos ponemos a defenderla por tierra, mar y redes sociales, pero en el día a día se nos sigue olvidando ponerla en práctica. “Para no molestar” hay quien prefiere no discutir sobre política, no hablar de religión, no decir lo que se piensa. “Para no molestar” los medios de comunicación se han convertido en agregadores de un contenido tan blanco como el humor de ‘8 apellidos vascos’, las discográficas han dejado de promocionar todo lo que no sean canciones insulsas y las radios han repartido en cuotas sus opiniones. “Para no molestar”.

Siempre hay excepciones, claro, pero se han reducido a lo mínimo. Una de esas excepciones es ‘Charlie Hebdo’ y sus trabajadores han pagado con sangre el ejercicio de un derecho humano que nos atañe a todos, incluso a aquellos que prefieren morderse la lengua “para no molestar”.