Lo imprevisto
En comunicación de crisis la previsión es fundamental, aunque luego la realidad imponga saltos de protocolo. Sólo una confianza atroz en uno mismo puede llevar al descuido, a la falta de visión de escenarios negativos evidentes, y dejarlo todo en manos de la improvisación más descuidada.
Imaginemos que formamos parte de un partido político, cualquiera vale, que se financia ilegalmente desde la noche de los tiempos. No contemplamos el riesgo por un montón de razones: Lo hacen todos, es así de toda la vida, nunca ha pasado nada cuando han pillado a alguien, etc. Así que nos sentimos seguros porque nuestra percepción es que nadie va a considerar grave el delito y nadie nos va a condenar porque el sistema, nuestro entorno, nos protege.
Cuando tienes esa sensación de seguridad no prevés el desastre, no te planteas que pueda suceder. Y, de golpe, zas, en toda la boca. Y la primera reacción es culpar a fulano, y salir corriendo, y retirarse para planificar lo que parecía imposible, y sentirse víctima. En ese proceso mental, sin haber dedicado dos minutos a ver la realidad desde fuera, sin haberte planteado la más mínima reacción ante un delito grave e institucionalizado, corres el riesgo de jugar al “patapún parriba” y alargar el problema para no solucionarlo.
Cuando te crees el puto amo no prevés que existan cosas que fuercen tu dimisión. Y así seguimos, cada uno en su sitio.