Ser guay tiene un precio
Imaginemos que eres un tío fácilmente influenciable y con ganas de prosperar en la vida. Alguien te da la brasa sobre la necesidad de fomentar tu marca personal en redes sociales y te lo crees, porque eres así de inseguro y piensas que si no tienes más amigos que Roberto Carlos -el del gato triste y azul, no el otro- no eres nadie. Como te lo has creído todo y te falta personalidad, no te ves con fuerzas para llevar las riendas de ti mismo, así que empiezas a tirar de terceros. Y comienzan los gastos: un ‘community manager’ de esos que crees que siguen estando de moda, informes hechos con la herramienta definitiva de -aviso, viene un concepto inexistente- “reputación online” y, por qué no, un puñado de seguidores falsos. Si te pones exquisito, una cuadrilla de bots que te retuiteen.
Todo esto te puede salir, dependiendo del timador con el que trabajes, por entre 1.500 y 4.000 al mes. La horquilla es amplia, pero seguro que si respondes al perfil señalado has tirado hacia arriba porque lo caro sale barato y bla, bla, bla.
Gracias a esos miles de euros tu perfil soltará frases propias de Churchill, tu community manager te retuiteará y te hará la pelota desde su perfil personal, tus amigos de cartón piedra te arroparán y puede que alguien que depende laboralmente de ti empiece a dorarte también la píldora en público. Porque ahora que estás en redes sociales eres un tío molón.
Los informes de la megaherramienta definitiva de -atención, expresión imposible- “control de la reputación online” te dirán que tu popularidad se ha disparado, que entre los robots y los que te hacen la pelota tu número de menciones a crecido un 200%, todas positivas. Y te sentirás bien, al menos un rato, hasta que llegues a casa y vuelvas a darte cuenta de que sigues siendo el mismo tipo inseguro con aires de grandeza.
Si yo dispusiera de 4.000 euros al mes me los gastaría en cerveza, vino, jamón y guitarras, pero allá cada uno con sus vicios.
NOTA: Esta historia está basada en hechos reales. Antes era fácil tropezarse por la calle con un camello ofreciendo una mejora del alma a través de la química, ahora te encuentras de vez en cuando con vendedores de felicidad inmediata dospuntocerista. Viene a ser lo mismo.