Alguien tiene que hacer algo
El título de esta entrada es un resumen de lo que leo en el 80% de mi timeline en Twitter. Se nos da genial decir lo que hay que hacer, pero preferimos que lo ejecuten otros. No es raro, sigo a muchos periodistas y a algunos consultores. Lo malo es que ese vicio de quedarse en las palabras y no pasar a la acción se extiende como el mal llamado periodismo ciudadano o los miles de cursos milagrosos para mejorar en la venta de humo.
Es cómodo decirle a los demás qué es lo mejor, es fácil ser contertulio, lo difícil es hacer algo efectivo para cambiar esa parte del sistema que odias o la actividad de esa empresa con la que no estás de acuerdo. Así, dar consejos y cabrearse porque nadie los cumple se está convirtiendo en un deporte con un marcador fijado en Klout.
Y no, no influye más el más pesado, el repetitivo, el insistente, influye realmente el que hace que las cosas cambien, y para eso hace falta algo más que un ladrido a destiempo. Mientras el ruido invade las plataformas “sociales” (atención, comillas intencionadas) la realidad cambia lentamente, de un modo mucho más pausado del que pide el señor con un Klout 70, pero no gracias a los que más gritan, a los que hacen clic o RT, si algo se mueve es porque alguien empuja, aunque lo haga en silencio y los grandes ruidosos de la red ni siquiera le hagan un ‘follow’.