El método científico

Lo primero, unos apuntes para recordar de qué hablamos. La mayoría de las cosas que nos rodean funcionan porque un grupo de gente observó algo, elaboró una hipótesis, experimentó y trató de refutar lo experimentado hasta, por fin, elaborar una ley sobre lo observado. A la humanidad le ha ido bien así, los aviones vuelan, los medicamentos curan y las telecomunicaciones avanzan.

Sin embargo, hay ámbitos en los que el método científico nos importa un pito, o eso parece. Bastan cinco minutos de observación para que miles de personas elaboren al mismo tiempo sus propias leyes absolutas de cómo usar adecuadamente una red social recién nacida o cómo adaptarse a los cambios de diseño de cualquier plataforma. En esos casos no es necesaria la observación, ni la experimentación, ni la medición de lo conseguido. El pistolero más rápido, capaz de escribir 10 normas impepinables antes incluso de cargar por completo la página de marras, es el que gana ‘followers’ y se lleva el premio. Siempre habrá quien le haga caso. Y así nos va.

Yo, hasta que la experiencia me demuestre lo contrario, no me fío de casos de éxito escritos antes de nacer ni de teorías no expuestas al fracaso.

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