El método científico

Lo primero, unos apuntes para recordar de qué hablamos. La mayoría de las cosas que nos rodean funcionan porque un grupo de gente observó algo, elaboró una hipótesis, experimentó y trató de refutar lo experimentado hasta, por fin, elaborar una ley sobre lo observado. A la humanidad le ha ido bien así, los aviones vuelan, los medicamentos curan y las telecomunicaciones avanzan.

Sin embargo, hay ámbitos en los que el método científico nos importa un pito, o eso parece. Bastan cinco minutos de observación para que miles de personas elaboren al mismo tiempo sus propias leyes absolutas de cómo usar adecuadamente una red social recién nacida o cómo adaptarse a los cambios de diseño de cualquier plataforma. En esos casos no es necesaria la observación, ni la experimentación, ni la medición de lo conseguido. El pistolero más rápido, capaz de escribir 10 normas impepinables antes incluso de cargar por completo la página de marras, es el que gana ‘followers’ y se lleva el premio. Siempre habrá quien le haga caso. Y así nos va.

Yo, hasta que la experiencia me demuestre lo contrario, no me fío de casos de éxito escritos antes de nacer ni de teorías no expuestas al fracaso.

Si vas al Guadalquivir y ves un tiburón

El consejo lo daban Mártires del compás: “Si vas al Guadalquivir y ves un tiburón, hazte la muerta”. Al contrario, cuando un ‘gurú medio’ ve una nueva red social aplaudida por un igual, olvida la sensatez y, en lugar de probar con detenimiento (más de cinco minutos al menos) la herramienta, se pone a aplaudirla con fervor mientras escribe el típico post sobre los 10 mejores modos de usar el hype del mes. Ahora pasa con Pinterest, un éxito con poco tráfico, que 10 millones de usuarios al año y sin ingresos han llevado a cerrar a muchos. Pasó con Quora. Hay más casos. A veces es mejor “hacerse la muerta” antes que coger la tabla de “winfirsun” para ir a Tarifa y que luego no haya viento.