Hay puertas en el campo
No son infranqueables pero, si nos damos una vuelta por el campo, veremos que algunas fincas agrícolas tienen puerta e incluso vallas a su alrededor. En la Red hay quien piensa que fijar esos límites es imposible, que el terreno es tan abierto que no se puede acotar. Ojalá fuera así.
En los dos últimos años los cotos cerrados han proliferado sin que nos demos cuenta, es más, nos gustan. Ahí están para demostrarlo el maravilloso mundo de las aplicaciones para móviles, los sistemas verticales de descarga de periódicos o los muros y ‘timelines’ recargados que hacen que nos sintamos tan cómodos dentro de una plataforma que apenas salgamos de ella.
La horizontalidad de la Web ha cedido terreno, mientras paradójicamente aplaudíamos cada iniciativa en su contra, a un mundo mucho más cerrado en el que vemos poco más allá de nuestras propias narices. Puede que la tendencia cambie, está claro, pero los argumentos contra las leyes que atacan esa horizontalidad de la web tienen que ir un poco más allá del “no se le pueden poner puertas al campo”. Hay quien, por débiles y atractivas que sean, ya se las ha puesto.