Si no vives en Madrid ni en Barcelona ya lo sabes, tu ciudad, tu pueblo, sólo aparece en los medios nacionales en forma de resultado deportivo, suceso truculento, caso de corrupción o en la sección de viajes, como destino idílico para quienes viven en grandes capitales. Tus problemas son datos agregados cuando se publica el CIS. La agenda informativa no está hecha para ti.
De ese conjunto de noticias en el que no apareces surgen los trending topics, que retroalimentan a los medios cerrando un círculo vicioso en el que tu pueblo sigue siendo un destino lejano y exótico, sin problemas concretos aparentes. Sabemos que te preocupa el paro, pero desconocemos por qué y cómo te afecta en el día a día.
Así crece la desigualdad informativa. Políticos, periodistas y gurús de la comunicación utilizan como herramienta de trabajo un discurso colectivo que sólo muestra una parte de la realidad a través de un filtro determinado. Las nuevas tecnologías deberían ayudar a salir de ese círculo, pero las usamos de un modo que tiende a fortalecer sus barreras. Somos vagos, todos, demasiado vagos como para buscar información más allá de la que nos satisface en nuestro muro, pensamos que más allá no hay nada, como mucho, caminantes blancos. Quizá nos preocupamos por ver qué hay al otro lado durante la campaña electoral, cuando llega el invierno, pero mientras tanto…
El llamado big data podría ser una solución a esto, de hecho hay quien cree que ya lo es. Pero sigue mostrando una foto defectuosa. Dejamos rastro digital más que suficiente sobre nuestros hábitos de consumo, en eso, la imagen es perfecta, pero el cabreo, la sensación de abandono, los problemas reales, no siempre se exteriorizan. Hace falta algo más que estadística para entender qué sucede en todo el mundo.
Hackear esa desigualdad es posible. Rajoy lo hizo emocionándose en una plantación de alcachofas y paseando por una granja junto a las vacas, algo que en Madrid y Barcelona generó risas. Trump lo ha hecho prometiendo el paraíso a las zonas industriales más deprimidas de Estados Unidos, las que no salen en las películas, las que ocupan el espacio entre Nueva York y California.
¿En qué han fallado los medios? ¿En qué ha fallado la izquierda? En creer que la parte es el todo. En dar crédito y aires de superioridad a la percepción del entorno cercano publicando lo que sucede más allá de su círculo como si fueran anécdotas de lugares lejanos, imponiendo un punto de vista alejado de lo local.
Los medios publican noticias sobre Juego de tronos y sobre First dates, desde luego, pero de lo publicado podríamos deducir que la serie es un fenómeno de masas y el reality no es más que un entretenimiento para un segmento concreto de población. La realidad es justo la contraria. La lucha por el trono de hierro tiene un seguimiento minoritario en comparación con el programa de Carlos Sobera. Seguro que muchos lectores no han entendido mi anterior referencia a los caminantes blancos del mismo modo que muchos votantes desconocen las referencias utilizadas por la izquierda más estudiada en sus discursos.
Entender al otro requiere de un esfuerzo constante, más allá de las campañas electorales. No basta con preguntarse qué hay más allá del muro cuando vemos que llega el invierno, para entonces los habitantes del otro lado ya estarán demasiado cabreados. Cambiar la sociedad desde las alturas, seguir aplicando el despotismo ilustrado, da sorpresas en las citas con las urnas. Y muy desagradables para quienes estamos atrapados en el discurso colectivo publicado en los viejos y los nuevos medios.